jueves, 2 de noviembre de 2017

Un dia diferente.... Pajarón



La mañana en la casa Fernandez-Marmolejo amaneció con un sonido diferente. Sí, el despertador tenía el mismo ruido molesto de cada mañana pero no, no pesaba igual.
Con el café con prisa, pusimos rumbo hacia Pajarón, en Villaviciosa de Córdoba. 

No, no había balas y visores en nuestros achiperres, en esta ocasión probé las mieles de un trabajo dentro de nuestra castiza montería. Mi ojos claros, acude de guía… “vente si te lo vas a pasar bien”.  Ya meses antes anduvimos por aquel rincon viendo la suelta. Me impresiona como su mente es capaz de recordar cada recoveco de donde va a acudir, como tiene esa capacidad para no mezclar unas fincas con



otras… no sé, supongo que debe ser un Don con el que se nace.

Tenían previstas sueltas tempranas, huyendo del calor asfixiante con el que ha dado comienzo la temporada. Reunidas las rehalas, ponemos direccion a la suelta. Mi ojos claros propone y dispone según le han indicado. A cada rehala su mano, 4 en total, para montear con ganas una de las zonas cochineras que no defraudo, el “sapito” dio que hablar.

En mi mente una sensación más que extraña, la piel se me eriza con el sonido de cada cencerra, con cada ladrido dentro de los furgones, si cierro los ojos me voy a sueltas pasadas…. Tengo mono, mucho mono…  tengo que volver la vista cuando abren cada furgón, pues hay lagrimas que no se controlan, agacho la cabeza y abro la mente, pues también se merece respeto este que me ha dicho Vente¡¡.

Cuando comienzas a andar entre esos pinares la añoranza se convierte en momento y se olvida, se eriza igual la piel cuando escuchas una ladra y descubres un pequeño privilegio, el guía, atento a su trabajo, se mueve por puntales, observando que cada rehala cubra su mano, apretando y parando para que como una buena orquesta todos sigan el mismo ritmo, y así te das cuenta como las reses rompen, los tiros se arrancan y la montería marcha.

Ese pequeño privilegio, se transforma en grande, cuando observas los podencos dar de parado con los primeros cochinos, esperando refuerzos, como los sacan de sus encames… estas tu, el monte y su monteria, llegas antes, tus ojos ven lo que nadie ve y no das crédito a tanto movimiento cuando apenas llevas 20 minutos de suelta.

Recorres cada rincon de tu mano en Pajaron, victimas del sofoco por el calor, pero vibrando. Y comienzo a valorar ese trabajo que hacen nuestros guías, esos que no se pierden, que permanecen atentos, esos que cual batuta de director de orquesta hacen que todo vaya bien…. esos mismos que son paño de críticas cuando la cosa sale mal y no lo son de alabanzas cuando la montería se da bien…

Pusimos rumbo a casa con la llegada a las furgones, en la cara de mi ojos claro, el reflejo de la satisfacción por un trabajo bien echo, en la mia el reflejo del descubrimiento, como una tarea de tan presumida como simple, puede encerrar tanta responsabilidad y tanto trabajo detrás. Como desde el otro lado el trabajo se valora mejor, lo consideramos pagado y sin embargo, tras el dia pasado afirmo que no lo esta, pues si muchos son los factores necesarios para que una montería se de bien, el contar con guias sabedores de hacer su trabajo es una parte fundamental, tanta o igual que la calidad de los perros que baten las jaras….

Me fui de Pajaron, con la piel erizada por las ladras en el sapito, con el corazón en la garganta por las ganas de volver a gritar vamos valientes y con la lección aprendida de que en esto de la montería dejamos en olvido a aquellos que se entregan para que todo salga bien, en la sombra, siendo moneda de cambio para cuando algo sale mal… enhorabuena a todos esos que ejercen como Guias, ofreciendo su cara y su trabajo y marchándose a casa con el regalo de haber hecho un buen trabajo aunque no siempre se les reconozca.

Siempre … con ganas de más….










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