martes, 27 de agosto de 2019

La Mesa de Bustos. (destino o casualidad)


No tengo del todo claro porque escribo o porque no, sé que dejo pasar mucho tiempo entre una entrada y otra (demasiado quizá) pero también tengo más que asumido, que esto ocurre cuando es el corazón quien dicta, no manda la razón de seguir unas fechas, pautas o condiciones, el corazón es libre para decidir cómo y cuándo.
Supongo que hoy, no sé si los nublados o el olor a bebe, ha revuelto las entrañas y le ha dicho “venga corazón loco, cuéntale algo” y lo único que tenía delante era este teclado.

Miro atrás, cuando comencé a vomitar mis sentimientos en este blog y solo puedo darme cuenta de cuanto he cambiado (para bien o para mal, eso los años lo decidirán).
2009 fue el año de aquel primer post, en el que habría un diario de caza, sin darme cuenta abría algo más, dejando a disposición de los demás aquello que las jaras entre ladras y caracolas me contaban.
Hoy, 10 años después, mi corazón tiene dos dueños, uno que me acompaña en esta aventura y otro que todavía solo las escucha, no tengo muy claro si las entiende y solo espero que algún día las comparta.

10 años, con sus noches y sus amaneceres, con sus días de agua y barro, compañeros que se quedaron en el camino (pero nunca se iran) 10 años de lecciones, 10 años de vida.
Recuerdo como si fuese ayer, cuando la coloradita cargada de valientes, ponía rumbo a “la Posadilla” aldea emblemática y sin embargo, para mi total desconocida. Un cruce en la esquina de una calle, junto a su iglesia, me hizo ver que no estaba en un lugar común, en su esquina varias señales más que fijadas a la pared ( forman parte de la aldea) te ponen en camino a varias fincas “la mesa de bustos” marca una de ellas… (conocido lugar decían… para mi ni pena ni gloria)
Aquella mañana me reencontré con buenos amigos, mi amiga Inés (jóvenes nosotras y nuestros zahones, ains los tomahos que solo recordarlos me aprietan la garganta)
Fue un lujazo compartir aquella suelta con ella y con su padre.
Yo acudía a aquella montería, novel en eso de romper jaras (aunque siempre me considerare novel en esto del monte) en mi cintura se apretaba un cuchillo que por derroteros de la vida, aun no sabía lo que era tocar pelo.
Con la suelta a mitad de camino, recuerdo el tropel de aquel venado descolgándose, las voces por las emisoras pidiendo su remate, los perros enzarzados con el delante de nuestros dientes, y a mi compañero Adolfo diciendo “este es tuyo compañera”
Nervios, miedo y lagrimas mezclados con ilusión, sonrisas y satisfacción. Mi manos, su pelo y el cuchillo de mi compañero (porque el mio, aquel dia siguió sin tocar pelo) Mi Primero.
Dicen que no se olvida, y no hay verdad que sea mas eterna, pues ahora, mientras lo escribo siento de nuevo el contacto de mis nudillos, mezclando sudor y sangre, aquel olor a jara movida mezclada con mis valientes, todo vuelve. Ains que vida esta.

10 años después, La Posadilla, paso de ser una gran desconocida a ser lo que llamaría Mi Hogar, el lugar al que siempre perteneceré. Sus calles, mi refugio.
La mesa de Bustos, la finca donde llego Mi Primero, culpable de que tenga unos ojos claros haciéndome latir fuerte el corazón.
Sigo, sin saber llamarlo destino o casualidad, el caso es que 10 años después, Mi Primero sigue siendo el principio de una vida.

Esta temporada con ilusión y ganas, las mismas que llevaba en las manos junto aquel cuchillo tembloroso, queremos compartir y hacer, que sea el lugar especial de quienes quieran acompañarnos, muero de ganas por dar esos buenos días, en aquel cruce de caminos, con olor a migas haciéndose como el buen amor, a fuego lento. 

Esta temporada, la mesa de bustos, me dará un nuevo: “Mi primero”.

Esto va a comenzar, señor@s  siempre con ganas de mas


1 comentario:

  1. Q gran día amiga mía....q lagrimitas m has hecho soltar.... q pena de mis tomahós...

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