No sabes cuanta falta te hace, hasta que escuchas de nuevo
el traqueteo de un furgón cargado de valientes,
No sabes cuánto lo has echado de menos, hasta que sientes el abrazo del
cuero de tus zahones en la cintura, No sabes cuan necesario te son estos ratos
de suelta, hasta que escuchas el primer “clan” de la puerta del furgón al
abrirse.
El sábado, llegó así como llegan las cosas que de verdad
importan, despacito. Rumbo a “las
solanas del Carmen” un rincón desconocido pero que al primer vistazo conquista, no es bonita es hermosa, se te pierde la
vista contemplando esos jarales, la llegada a la suelta trasmite paz, sosiego,
simplemente una mano dulce, se mezcla lo bonito del rincón con la buena compañía…. Supongo que en
días así, hasta el tiempo quiere colaborar y nos deja una mañana azul que
deslumbra, sin aire… una mañana para el disfrute de los sentidos.
Los valientes de la Rehala “Navaobejo” ansían en ganas de
pisar monte, pero tengo que decir a boca llena, que esta vez era yo la que
juntaba en mi cuerpo las ganas de esos valientes y los superaba por
goleada. Tenía en mí, mientras abrochaba
mis zahones, el nerviosismo de aquellas primeras veces, la incertidumbre
mezclada con la seguridad que da la compañía, son esas ganas mezcladas con ese
miedo, las que hacen que esta suelta no sea una más de una lista de días
vividos, estas sueltas son de las que marcan a fuego la pasión que llevamos
dentro.
Mi Pabli, que según lo veo está dejando de ser ese niño que
se ponía mi chaleco y se refugiaba de la lluvia en los días duros, cuanto más
lo miro y más lo escucho, más hombre le veo y con más nostalgia le recuerdo en
aquellos comienzos, cierto es Adolfo que
a ti te hace viejo pero es que a mí me hace mirar también el paso del tiempo. Qué
bonito es verle las ansias en la mirada, cuanto le queda por recorrer y las
ganas que tiene de recorrerlo junto a su padre.
Caminar junto a él, hace que una suelta sea todavía más divertida…. Su
mente inquieta da vida.
Así comenzó la mañana, cargada de emoción, demasiado tiempo….
He dejado pasar demasiado tiempo, o quizá es que me estoy volviendo muy sensiblera
con los años. La suelta, con paso firme
a unas jaras que te doblan en tamaño, las ladras que resuenan como música para
mis oídos, los silencios…. Esos que llegan cuando un puntero comienza a latir y
lo siguen el resto….ese silencio que queda alrededor cuando todos los perros
corren al unísono…. Esos silencios son los que pegan un pellizco y me recuerdan
porque esta forma de cazar me conquisto hace años….
Los tiros que se escuchan,
ponen música a la mañana, las voces de los perreros perdidos entre jaras
cargan de intensidad las horas, esas que pasan sin darnos cuenta, hasta el
punto que cuando llegas al choque y la voz del guía te indica que des la
vuelta, maldices bajito que acabe, lo haces como te piden, despacito, y pensando para dentro, quien puede llevar
prisa por aquí¿?. Vuelves, despacito, disfrutando cada paso, agarrando
fuerte cada jara, saboreando cada
segundo de los que quedan por esa finca.
Así transcurrió la mañana del sábado, entre ladras, olor a
jara y sabor a montería. Reencontrándome
con esa pasión que no se duerme, que no se apaga, a la que aunque le de
descanso siempre revive con más intensidad todavía que la última vez.
Pusimos final a un sábado quizá falto de ladras pero no de
sentimientos, quedándome de nuevo con una gran lección aprendida, y es que pude
confirmar que esto del cazar con Rehala, es el mayor de los privilegios, es la
forma de cazar que te enseña a disfrutar despacito, como se besa, se ama y se caza….
Despacio.
Salí de “las solanas del Carmen” quedándome con ganas de más,
de más suelta, de más ladra, de más montería, pero dando gracias por este rato,
que tanto necesitaba. A quien entró hoy aquí a leer sobre tiros, lances y agarres, lamento decepcionar, pues hoy es mi corazón quien escribe y pasados los días
solo recuerda como las piernas me temblaron al recibir el dulce beso que dan
las jaras….