No tengo del todo claro porque escribo o porque no, sé que
dejo pasar mucho tiempo entre una entrada y otra (demasiado quizá) pero también
tengo más que asumido, que esto ocurre cuando es el corazón quien dicta, no
manda la razón de seguir unas fechas, pautas o condiciones, el corazón es libre
para decidir cómo y cuándo.
Supongo que hoy, no sé si los nublados o el olor a bebe, ha
revuelto las entrañas y le ha dicho “venga corazón loco, cuéntale algo” y lo
único que tenía delante era este teclado.
Miro atrás, cuando comencé a vomitar mis sentimientos en
este blog y solo puedo darme cuenta de cuanto he cambiado (para bien o para
mal, eso los años lo decidirán).
2009 fue el año de aquel primer post, en el que habría un
diario de caza, sin darme cuenta abría algo más, dejando a disposición de los
demás aquello que las jaras entre ladras y caracolas me contaban.
Hoy, 10 años después, mi corazón tiene dos dueños, uno que
me acompaña en esta aventura y otro que todavía solo las escucha, no tengo muy
claro si las entiende y solo espero que algún día las comparta.
10 años, con sus noches y sus amaneceres, con sus días de
agua y barro, compañeros que se quedaron en el camino (pero nunca se iran) 10
años de lecciones, 10 años de vida.
Recuerdo como si fuese ayer, cuando la coloradita cargada de
valientes, ponía rumbo a “la Posadilla” aldea emblemática y sin embargo, para
mi total desconocida. Un cruce en la esquina de una calle, junto a su iglesia,
me hizo ver que no estaba en un lugar común, en su esquina varias señales más
que fijadas a la pared ( forman parte de la aldea) te ponen en camino a varias
fincas “la mesa de bustos” marca una de ellas… (conocido lugar decían… para mi
ni pena ni gloria)
Aquella mañana me reencontré con buenos amigos, mi amiga
Inés (jóvenes nosotras y nuestros zahones, ains los tomahos que solo
recordarlos me aprietan la garganta)
Fue un lujazo compartir aquella suelta con ella y con su
padre.
Yo acudía a aquella montería, novel en eso de romper jaras
(aunque siempre me considerare novel en esto del monte) en mi cintura se
apretaba un cuchillo que por derroteros de la vida, aun no sabía lo que era
tocar pelo.
Con la suelta a mitad de camino, recuerdo el tropel de aquel
venado descolgándose, las voces por las emisoras pidiendo su remate, los perros
enzarzados con el delante de nuestros dientes, y a mi compañero Adolfo diciendo
“este es tuyo compañera”
Nervios, miedo y lagrimas mezclados con ilusión, sonrisas y
satisfacción. Mi manos, su pelo y el cuchillo de mi compañero (porque el mio,
aquel dia siguió sin tocar pelo) Mi Primero.
Dicen que no se olvida, y no hay verdad que sea mas eterna,
pues ahora, mientras lo escribo siento de nuevo el contacto de mis nudillos,
mezclando sudor y sangre, aquel olor a jara movida mezclada con mis valientes,
todo vuelve. Ains que vida esta.
10 años después, La Posadilla, paso de ser una gran
desconocida a ser lo que llamaría Mi Hogar, el lugar al que siempre
perteneceré. Sus calles, mi refugio.
La mesa de Bustos, la finca donde llego Mi Primero, culpable
de que tenga unos ojos claros haciéndome latir fuerte el corazón.
Sigo, sin saber llamarlo destino o casualidad, el caso es
que 10 años después, Mi Primero sigue siendo el principio de una vida.
Esta temporada con ilusión y ganas, las mismas que llevaba
en las manos junto aquel cuchillo tembloroso, queremos compartir y hacer, que sea el lugar especial de quienes quieran acompañarnos, muero de ganas
por dar esos buenos días, en aquel cruce de caminos, con olor a migas
haciéndose como el buen amor, a fuego lento.
Esta temporada, la mesa de bustos, me dará un nuevo: “Mi
primero”.